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Foto del escritorNaturaTech LAC

Josefina Klinger: "Con la selva en la cabeza y el mar en el corazón"



 

La destacada ambientalista y líder comunitaria colombiana Josefina Klinger, mujer negra cuya voz resuena con claridad y ternura, aborda en esta entrevista con Natura Tech LAC, realizada por Eduardo Gómez Restrepo, temas cruciales como la bioculturalidad, el cambio de modelo económico y el futuro de las infancias. Fundadora de la Corporación Mano Cambiada en Nuquí, Josefina ha dedicado su vida a transformar la relación de su comunidad con el entorno. Desde que nos abrió las puertas como aliada estratégica, su visión ha sido una fuente constante de inspiración y aprendizaje para nuestro equipo.


En sus palabras, el proceso de cambio  no se trata solo de la preservación de la biodiversidad, sino también de la recuperación de la dignidad a través de la identidad. “Cambiamos el imaginario de un territorio en el que nos dijeron que la biodiversidad era una amenaza para progresar. Ese imaginario nos empobreció y comprometió nuestra dignidad,” reflexiona, recordando los retos que enfrentó su comunidad al verse obligada a rechazar lo que es natural en su territorio: la riqueza de la selva, los ríos y el mar.


Para Josefina, la transformación vino del reconocimiento de que la naturaleza no es una amenaza, sino la razón de la vida. "Por eso, se volvió un mandato para nosotros ponernos a la selva en la cabeza, para pensarla y nos pusimos todos los cuerpos de agua, entre esos el mar, en el corazón.", dice, haciendo referencia a la profunda conexión que su comunidad ha establecido con su entorno. Esta vuelta a las raíces permitió a la comunidad de Nuquí generar un modelo de desarrollo propio. Josefina lo describe como un sistema que se basa en el intercambio y la reciprocidad, recuperando las prácticas ancestrales, como el mano cambiada, donde la gente intercambia oficios y saberes en lugar de depender únicamente de la economía monetaria.Me gustaría que no se llamara economía, porque esa palabra piensa solo en mí solamente, sino que se llamara econosotros.”


El modelo biocultural que han desarrollado en Nuquí se centra en dos grandes pilares: la biodiversidad y la cultura. "Tenemos dos activos que son despensas naturales: el mar con sus ríos, donde sembramos, y la cultura, que son las acciones que se vuelven hábitos y se basan en la esencia de la vida misma." Para Josefina, la cultura y la naturaleza no son entidades separadas, sino que forman un solo entramado vital. Lo que antes se hacía por necesidad o supervivencia, ahora se hace por autodeterminación, explica.


“Usamos las mismas prácticas que nos hicieron sentir inferiores al resto del país, pero ahora con la certeza de que nuestra negrura es un valor agregado, y que tener un territorio biodiverso es lo que nos hace únicos."


Una de las mayores preocupaciones de Josefina es el relevo generacional, que se asegure que las nuevas generaciones crezcan sin los miedos ni el imaginario de escasez que afectó a las anteriores. Para ella, trabajar con las infancias y juventudes no es solo un proyecto formativo, sino una siembra a largo plazo que busca garantizar que las juventudes sientan que no se les ha dejado un mal legado, sino que crecen en un entorno inclusivo, donde sus sueños son compartidos por la comunidad. "Es fundamental que crezcan sintiendo que la naturaleza y su cultura les incluyen, que el adulto es cómplice de sus sueños," subraya. Esta visión promueve un sistema de valores basado en el bien común, la cooperación y la importancia del entorno, impulsando un cambio colectivo que comienza desde el interior de cada individuo, preparando a los jóvenes para ser seguros, libres y capaces de tomar decisiones correctas por el bienestar de todas las personas.


El desarrollo, según Josefina, no puede ser impuesto desde fuera. En lugar de adoptar modelos ajenos, su comunidad ha trabajado para crear un Territorio de Aprendizaje Comunitario, donde las comunidades negras e indígenas fortalezcan el diálogo para seguir aprendiendo unas de otras, siempre guiadas por el lenguaje de la naturaleza. "Vivimos en un territorio donde la marea sube y baja a cada 6 horas, donde el ecosistema de manglar nos muestra la cooperación en sus raíces, donde el mar nos muestra el ritmo de sus mareas cambiantes y donde todo habla, donde las ballenas tienen su lenguaje, todos los ecosistemas tienen su lenguaje en este mismo lugar”. En sus potentes palabras, el territorio mismo nos habla, y si lo escuchamos, podemos aprender mucho sobre cómo vivir en armonía, porque la mirada común, es el amor al territorio.


Una parte fundamental de este modelo de desarrollo es la forma en que Josefina y su comunidad abordan la relación con los inversionistas externos. Para ella, cualquier inversión que se haga en Nuquí debe basarse en la empatía y el respeto. "El dinero, por sí solo, no nos sirve si no viene con empatía. Necesitamos que los inversionistas vengan a conocernos, que entiendan nuestra realidad y nuestras necesidades. No se trata solo de enviar dinero, sino de construir relaciones basadas en el respeto y la reciprocidad." En este sentido, Josefina ha diferenciado entre una economía que se basa únicamente en el poder adquisitivo y otra que promueve el bienestar común.


Finalmente, Josefina imagina un futuro donde Nuquí sea un referente mundial en cuanto a desarrollo biocultural. Nuquí puede mostrar que el verdadero desarrollo no viene de una visión impuesta desde fuera, sino de un diálogo con la naturaleza y con nuestra propia cultura. Que las generaciones futuras hereden un territorio en equilibrio, donde puedan vivir seguros, libres, y felices. Esto no es solo un sueño, es una realidad que ya se está construyendo. Para Josefina, el trabajo que han hecho hasta ahora es solo el comienzo de una transformación más profunda, que se basa en los principios de comunidad, naturaleza y cultura. "Uno no llega aquí por casualidad; eso es seguro," dice Josefina.

"Este es un lugar donde irremediablemente te encuentras contigo mismo. Aquí, la naturaleza hace lo que le da la gana y nosotros estamos determinados por esa  naturaleza. Entonces actuamos de alguna manera como nos da la gana como lo hace la naturaleza, el aguacero, la marea. Tenemos necesariamente que seguir el ritmo de la marea”.

Al final del día, en palabras de Josefina, se trata de recordar que somos parte de este gran ecosistema que no nos pertenece. Y al aceptar ese ritmo, es cuando realmente comenzamos a pertenecer.





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